Bad Religion en Argentina - 10 Marzo 2001
Estadio Obras Sanitarias
(artículo extraído de El Foco)
Con estilos bien diferenciados Bad Religion y Biohazard volvieron a dar un show memorable ante un Estadio Obras repleto y extremadamente caluroso.
10 de marzo de 2001.- Ya habían estado juntos en Obras en agosto de 1993 y los efectos que dejaron en la escena local bien podría notarse. Era un momento muy especial para la carrera de ambas bandas. Bad Religion estaban justo entrando al mejor momento de su carrera con su excelente álbum Recipe For Hate pasando a una multinacional y proyectándolos a nivel mundial. Por su parte Biohazard llegaban precedidos por Urban Discipline, su primer álbum para el sello Roadrunner. Puro hardcore de New York, Biohazard era uno de los máximos exponentes de su escena y llegaron justo cuando todavía estaba caliente la movida local conocida como Buenos Aires Hardcore. La popularidad de la banda crecería aún más en los años siguientes cuando fueron de los primeros en combinar efectivamente el rap con el metal.
Casi ocho años más tarde la casualidad los trajo juntos nuevamente al Estadio Obras. Desde entonces mucha agua ha pasado bajo el puente. Ambas bandas continúan conservando un nombre importante en sus respectivos estilos, pero otros han aprovechado mejor (en términos de negocio) sus logros y pasado a niveles de multiplatino. Surgidos de la misma escena que creó Bad Religion, The Offspring sintetizó el punk quitándole virulencia política y agregándole el atractivo de la imagen, haciéndolo apetecible para el gran mercado. Lo mismo sucedió con Limp Bizkit que asimiló el concepto y las posibilidades que brindaba la cruza del rap metal y se convirtió en una de las bandas más importantes del momento.
Por otro lado, a nivel local bien podría decirse que ambas bandas han tenido una influencia importante en los cambios musicales de la historia de grupos argentinos como Attaque 77 y A.N.I.M.A.L. (con quienes Biohazard compartiera un domingo inolvidable en el viejo teatro Arlequines), por ejemplo. Para este show, dos tribus acostumbradas a compartir eventos y hasta algunas costumbres, fueron convocadas nuevamente al estadio Obras. Por la edad promedio de los que asistieron, para muchos sería la primera vez que veían a Bad Religion y Biohazard. Remeras acordes a las circunstancias, chivitas, piercing y tatuajes abundaron como la indumentaria unisex dominante.
Para cuando Bad Religion tomó el escenario, Obras ya era el sauna más grande de la ciudad. Si bien nunca se destacaron por ser una banda precisa sobre el escenario (después de todo, ¿por qué deberían serlo?) una vez más mostraron que les queda resto para entregar esa andanada de antémicas canciones punks de poco más de dos minutos con la gracia necesaria. Hicieron un set bien repartido entre las más de dos décadas de carrera que lleva el grupo.
Así es como largaron el show con Don't Sell Me Short de su último trabajo New America, que fueron mezclando con clásicos como Them & Us, Recipe For Hate, Suffer o Stranger Than Fiction. Luego de Atomic Garden el cantante Greg Graffin (ya un tipo grande y con la apariencia de estar de vuelta de todo) desplegó una bandera que decía el nombre del grupo y debajo la palabra "Montoneros". "No comprendo", dijo en castellano y cuando alguien se acercó para explicárselo (quién sabe qué le dijeron), agradeció y pregunto si alguien de "Montoneros" estaba ahí, a lo cual una gran parte de la concurrencia sorpresivamente se adjudicó la pertenencia. Curiosamente Change of Ideas era la canción que seguía. "Noche de sábado", dijo nuevamente en castellano. "De donde venimos nosotros, la noche de sábado es el momento del 'No control'", presentó y largaron con uno de los clásicos de fines de los 80.
Para hacer Struck A Nerve invitaron a Billy Graziadei, el cantante de Biohazard y siguieron con el energético Do What You Want y desde entonces la excitación del público llegó hasta el final con viejas canciones Against The Grain y 21st Century Digital Boy. Para los bises invitaron a dos integrantes de la banda local Charlie Brown, que tocaron una breve canción propia junto a sus ídolos y se retiraron notablemente emocionados (su álbum independiente My Own Garden es sumamente recomendable).
Con tantos años de carrera Bad Religion había dado un show de casi hora y media, mostrando que son unos viejitos piolas del punk que todavía tienen un gran show. La impresión que dejó Biohazard de salida era bastante diferente. Por sobre todas las cosas tenían algo que a Bad Religion no le hizo falta: agresividad. Arrancaron a matar o morir con viejas canciones como Victory y Black And White And Red Alone, dispuestos a lograr la mayor respuesta del público, que trataba de disfrutar sin desfallecer por el insoportable calor que se había generado en el estadio de básquet. De su último disco New World Disorder hicieron el poderoso Resist y devolvieron la cortesía invitando a Greg Graffin para cantar Love Denied. En un set con muchas canciones del álbum Urban Discipline (muy buena versión de Shades Of Grey) se destacaron por la potencia, las más nuevas como Breakdown y HFFK (adelanto del disco que están grabando en New York). Tras una versión de Ain't Goin' Out Like That de sus amigos de Cypress Hill (Sen Dog canta un tema del disco que están terminando), Billy Graziadei, que por cierto habló bastante durante todo el show, instó al público a que dejara libre un círculo en el centro del piso de Obras para poder lanzar un "pogódromo" en el tema Wrong Side Of The Tracks. Punishment y Hold My Own fueron los bises donde, luego de querer hacer cantar a los diferentes sectores del estadio al mejor estilo "Miguel Mateos", aprovechó para repetirnos una vez más que éramos el público más loco del mundo, algo innecesario porque ya lo sabíamos, nos lo habían dicho antes.
En cuanto al soporte local, nuevamente la producción volvió a equivocarse. Sin desmerecer el mérito artístico que pueda tener la banda metálica Nativo, la verdad es que poco tenían que ver con cualquiera de las bandas que teloneaban. Una vez más los acuerdos editoriales prevalecieron sobre el sentido común, haciéndoles pasar un mal rato tanto al público como a la banda. Encima de eso, el cantante tuvo la poca claridad sobre el escenario como para darse cuenta de que no podía hacer gritar a un público que no era el suyo para que se escuchase por la transmisión radial. Casi como un estudio sociológico bien podría programarse una nueva fecha de Bad Religion/Biohazard para dentro de siete años. Seguro que no dejaría de ser interesante.